martes, 5 de febrero de 2013

La sombra del destino

Voy a empezar afirmando que todo está conectado entre sí. ¿Podríais imaginar por un segundo la enorme trascendencia que tiene lo que acabo de decir? No sólo estoy diciendo que lo que hacemos tiene consecuencias, sino que todo lo que existe, a su manera, existe en otras cosas y para otras cosas. Por lo tanto, según cómo interpretemos las cosas actuaremos de una forma u otra, y en consecuencia, sucederá alguna cosa u otra. 

De alguna manera todo lo que vivimos está conectado entre sí, puesto que todo lo que hacemos es consecuencia directa de algún hábito integrado, que a su vez, ha sido diseñado por miles de condicionantes incontables e indescifrables. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que nada es nada y que todo es todo a la vez. Voy a intentar explicarme mejor con un ejemplo práctico para que podáis comprender mejor la esencia de lo que estoy intentando transmitir:

Esta noche

Todo empezó hace varias horas, cuando el equipo de fútbol de un amigo mío había perdido el partido y estábamos esperando a otro colega para irnos a cenar a un Kebap. Estábamos en frente del Kebap donde en teoría habíamos quedado, pero algo dentro de mí (probablemente influido por la opinión de un amigo mío que me afirmó que había otro más barato, que a su vez se había gestado a partir de una hoja que le había dado una señora en la calle) me decía que teníamos que ir a otro Kebap de la rambla del barrio, no a ese. 

Cuando ya estábamos todos, les pregunté si les apetecía ir al otro Kebap y me dijeron que sí, así que cambiamos el rumbo y fuimos sin pensarlo mucho. Una vez allí, nos pasó algo muy increíble.  Estábamos de broma con el tío que nos hacía los Kebap, echándonos unas risas, compartiendo momentos, hasta que le preguntamos si podíamos irnos a cenar a las dos mesas que habían arriba del Kebap, subiendo las escaleras. Nos dijo que sí, que no había ningún problema, así que cogimos las salsas, las patatas y los Kebap y subimos peldaño a peldaño. Lo curioso no fue el Kebap ni las patatas ni la CocaCola que nos bebimos, sino la conversación con el dueño del Kebap. Afortunadamente pudimos hablar con aquél hombre, un hombre aparentemente silencioso y poco hablador, pero que escondía una gran montaña de verdades que nos quiso rebelar.

Y así fue. Subió las escaleras y empezó a preguntarnos cosas sobre nuestra vida personal. Al principio las conversaciones eran duales, él nos explicaba cosas y nosotros le contestábamos. Pero la cosa cambió cuando empezó a contarnos sus vivencias personales. No voy a entrar a hablar sobre el contenido de dicha conversación porque es inapropiado que yo lo ponga aquí (por respeto a su persona) y por el conflicto en el que podría verme metido por tratar asuntos que no debería tratar en un espacio público como es Internet. Aunque me gustaría contarlo, creo que es mejor que no lo publique y no lo voy a hacer. Sin embargo, sí que hay que decir que el contenido de dicha conversación nos conmovió y nos dejó con la intriga sobre nuestro propio conocimiento de las cosas que giran y giran en nuestro entorno.

Sin embargo, no es importante toda las 2 horas que estuvimos hablando con él, sino la repercusión que tuvo su conversación en nosotros. De los 5 que éramos al empezar la tarde, uno tuvo que irse a su casa antes de la cena y luego después de cenar otro terminó por irse a su casa. Nos quedamos 3. Fuimos a un parque a hacer algo, pero no nos apetecía hablar, nos apetecía más bien actuar. Sin pensarlo dos veces, empezamos a dar vueltas por el barrio para ver qué encontrábamos y qué podíamos hacer. 

Tras ver un descampado varias veces, pensamos en colarnos. Tras ver gente ocultarse, sombras y luces, decidimos colarnos y ver qué pasaba. Una vez dentro vimos una puerta tapiada, zapatos, bolsas, animales, un poco de todo, pero nada que resultara extremadamente atractivo para nuestra vista o para nuestro propio interés. El fuerte viento de la noche junto con la extrema oscuridad del descampado no eran unas condiciones muy agradables para investigar todo lo que veíamos a nuestro alrededor. Así que poco después salimos y nos escapamos.

Poco después, empezamos a andar por el barrio por el simple placer de pasear por las calles vacías, hasta que nos ocurrió algo. Estábamos en medio de un cruce de 4 calles y yo me encontraba delante de ellos dos, con lo que estaba dando la espalda a una calle. De golpe, los dos se asustaron y me dijeron que habían visto pasar algo negro que cruzaba la calle más o menos a la mitad de la calle, como si esa sombra hubiera cruzado la calle por la mitad, pero al acercarnos vimos que era imposible porque no había ninguna calle que atravesase la calle en cuestión, solo podía ser la del fondo. Sin embargo, al acercarnos vimos que había una bolsa negra que estaba en medio del parking y se dieron cuenta que había sido eso lo que había volado por el viento y se había quedado ahí. Pero no todo acaba aquí.

Puede que sea de locos, pero se nos pasó por la cabeza mirar por un momento aquella bolsa negra de basura, porque no dejaba de moverse sin parar. Empezó a abrirse y a cerrarse continuamente, como si nos estuviera hablando, con lo que empezamos a mirarla en silencio. De golpe empezó a moverse hacia nosotros y cada vez que uno de nosotros se acercaba a ella, huía y se alejaba de nosotros. ¿Qué nos estaba pasando? ¿Por qué teníamos miedo de una simple bolsa que estaba siendo movida por el viento? No sé muy bien cuál es la razón, pero lo que hicimos fue empezar a observarla desde otro plano. La bolsa empezó a abrirse y a cerrarse continuamente y se acercó a otra bolsa que no se movía para nada a pesar del viento. Nos acercamos y vimos que la otra bolsa era una bolsa del Primark, con lo que empezamos a pensar que quizás era un mensaje que quería transmitirnos aquella situación que acabábamos de vivir. Puede que penséis que estamos locos, pero muy probablemente cambiaréis de opinión si seguéis leyendo las líneas que vienen a continuación, o al menos empezaréis a cuestionar las cosas que veis a vuestro alrededor.

Con la locura de la bolsa, empezamos a preguntarnos una cosa: ¿Y si las cosas que nos rodean también inciden sobre la realidad, y no sólo los seres vivos? Porque estoy seguro que si no hubiesen bloques de edificios tan altos en las ciudades en las que vivimos, seguramente viviríamos las cosas de otro modo porque tendríamos más desarrollada esa habilidad visual, no sé. El caso es que seguimos andando por las calles con la duda de si las cosas que podíamos percibir con los sentidos tenían alguna incidencia en la realidad o al menos en nuestro mundo. Y así lo hicimos, seguimos caminando.

De golpe, vimos como un periódico empezó a volar alto y se nos acercaba. Se abrió por una página, la 11, y en ella pudimos ver escrito: "Lo que es diferente tendría que ser lo normal". ¿Era un mensaje? No teníamos ni idea, pero lo que pasó fue que esta página del periódico se acercó a otra pequeña página en la que había un anuncio sobre un banco, en la pág 9. Más tarde, la hoja voló hacia una señal de tráfico con un número en concreto que guardamos por si acaso y seguimos caminando en busca de nuevas señales. ¿Por qué Primark y porqué esa frase? ¿A caso teníamos que ir al Primark para descubrir alguna cosa? Lo que tuvimos claro es que teníamos que seguir caminando a pesar de que era la 1 de la madrugada un martes entre semana, había algo que nos decía que continuásemos caminando, no sé si era muy bien la situación, o más bien era porque puede que "lo que es diferente tendría que ser lo normal". 

Continuamos el camino y vimos una calle llena de árboles donde, causalmente, había uno totalmente iluminado por una farola, un árbol estremecedor que daba miedo verlo y los tres nos sentimos amenazados por el árbol, así que nos fuimos sin pensarlo dos veces. Tras irnos, vimos como habían varias señales que nos condujeron hacia un pequeño depósito de electricidad donde había una llave dibujada con spray dorado, un depósito desde el cual podíamos ver los números que habíamos encontrado antes (los dígitos a los que la bolsa nos había mostrado) pero estaban difuminados y más separados. Tras eso, seguimos caminando y nos sentamos en un parque con unos pequeños caballitos en frente. Uno de nosotros vio que tenía que acercarse al caballito porque le parecía que algo iba a sacar de él, aunque ninguno de nosotros quiso ver al que había justo enfrente porque daba miedo. Así que mi amigo se sentó y empezó a balancearse un poco, con lo que se fijó que apenas a unos metros delante de él había una pintada en la pared que ponía "Passeja"y otra abajo que ponía "Rambla Avall" así que continuamos paseando pero no lo hicimos Rambla Avall, sino que cruzamos una calle tras beber un poco de agua en una fuente. Continuamos caminando y me detuve delante de una rosa roja que estaba en uno de los portales. Una flor que se movía por el viento y que transmitía soledad, miedo e incertidumbre. Tras darnos cuenta que a los 3 nos transmitía lo mismo seguimos andando calle arriba.

Lo raro no fue lo que había pasado hasta ahora, sino que lo que viene a continuación nos dejó un poco perplejos. Llegamos a una altura de la calle en la que podíamos girar hacia la derecha y yo giré por un momento, aunque antes de girar habíamos decidido seguir recto porque los semáforos del fondo transmitían una sensación novedosa y estábamos a la vista de unos trabajadores que estaban limpiando la ciudad o descargando cosas de un camión. Sin embargo yo giré, y de golpe vimos como venía una ráfaga de viento que se llevaba a una bolsa que pasaba por en medio de nosotros, una bolsa que giraba la esquina de golpe y seguía la misma ruta que nosotros estábamos siguiendo antes. Justo después, para nuestro asombro, otra bolsa hizo exactamente lo mismo y giró igual de la misma manera la esquina, con lo que percibimos que teníamos que seguir nuestro camino y que las bolsas quizás querían transmitir que no teníamos que cruzar la calle, sino seguir el rumbo que teníamos que seguir. Tras avanzar y avanzar la calle inicial, vimos dos semáforos que iban cambiándose de verde a rojo pasando por el naranja, lo normal. Lo curioso fue que se puso rojo de golpe antes que pasáramos y justo cuando íbamos a pasar por delante se puso verde de golpe, con lo que llegamos a una pequeña plaza que más tarde nos llevaría a una calle en frente de una comisaría de Policía.

Después, tras no saber muy bien por donde ir, nos dimos cuenta que había una pequeña bolsa en el suelo moviéndose, con lo que nos acercamos y de ella salió un periódico que tenía otra vez una página número 9, pero el periódico empezó a volar solo y giró la esquina para no volver a moverse más. Nosotros dejamos de caminar por esa calle y cambiamos el rumbo totalmente para volver a acercarnos a la rambla porque vimos en aquella pared que teníamos que pasear rambla abajo. De golpe nos encontramos con otra bolsa negra parecida a la que nos había acercado a la del Primark al principio, y justo al lado de ella un botón negro que ponía "London Pepe Jeans" con lo que empezamos a andar y a fijarnos más en las cosas del suelo, hasta llegar a ver una nota escrita debajo de un coche que incitaba una persona a otra a no tocar unos zapatos (que casualmente a escasos metros de allí habíamos visto en el descampado), firmado por un tal Antonio. 

Seguimos nuestro destino hasta llegar a la rambla y tras pasar varias veces por matrículas de coches que eran un tanto extrañas. Una vez estuvimos en la rambla empezamos a mirar a todos los sitios porque estábamos nerviosos pero en realidad no supimos ver nada extraño, así que nos limitamos a pasear hasta llegar abajo que era lo que en realidad teníamos que hacer. ¿Y sabéis qué? De golpe llegamos a una tienda en la que había dibujada una flecha hacia arriba de la rambla diciéndonos tres números, el 30 como número de la tienda, con dos números más de coordenadas el 11 y el 9 (los 3 periódicos vistos, ... otra vez las mismas cifras). Asustados y a la vez intrigados, subimos otra vez rambla arriba hasta llegar al número 30 encontrando un tazo de un jugador del Atleti. De golpe llegamos, era una tienda apagada, vieja, sin nada que mostrar, con un coche aparcado enfrente pero algo muy significativo enfrente: unas flores rojas, como la que yo había visto en la calle aquella. Había justo enfrente de la tienda unas flores rojas en el suelo que nos transmitieron algo muy negativo. Ya no sabíamos qué pensar, si todo había sido casualidad, un sin sentido, o un sentido demasiado acertado.


Con todo esto quiero decir que puede que el hecho de que una mujer le diese a un amigo mío por la calle un papel con los precios del Kebap nos haya llevado a vivir todas estas cosas y en concreto a esa tienda vacía, no se sabe. Así que voy a dar un consejo: estáte atento a lo que vivas y manténte alerta, nunca sabes lo que te puedes encontrar ni lo que puede pasar si te dejas llevar por el azar. Podéis pensar que estamos locos, pero yo pienso ir al Primark, quiero dejarme llevar por todas esas cosas que nos ha regalado el azar y pienso ver qué es lo que pasa si te dejas llevar por la vida como una hoja de otoño que nunca caduca, voy a ser una sombra del destino a partir de ahora.

Si me vuelve a pasar algo así de extraño, ten por seguro que lo leerás en mi blog.


Saludos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bon voyage

Was machen Sie hier? Bon voyage ! Wollten Sie nicht das Leben im höchsten Sinne erleben und erfahren, was die unverständlichen Worte aus den...